domingo, 22 de marzo de 2015

Dancers Street Dancers, la lucha por un comienzo

CAPÍTULO 1

Era un día como cualquier otro después del instituto. Llegué a casa para dejar la pesada mochila en mi habitación y comer con mi hermana en la cocina, donde mi madre nos esperaba como siempre impacientemente hambrienta. Todo era tan rutinario que si se piensa bien era agotador y aburrido, por eso me acostumbré a hacer las mismas acciones sin pensar que parecía una máquina a la que habían dado cuerda.

Mi madre nos preguntó que tal hoy en clase, a lo cual mi hermana como de costumbre hablaba entusiasmada de sus logros en los exámenes y de alguna que otra anécdota con sus compañeros. En cambio yo me quedaba callada y a responder a las preguntas referidas al colegio de forma simple.

El instituto no me interesaba demasiado. Me parecía una especie de fábrica donde educan al aguante de cada persona a estar 6 o 7 horas anclados a una silla, donde el que no sea inteligente se siente como un inútil, donde debes estudiar asignaturas que en tu vida adulta no te servirán para sobrevivir, y te enseñan a no contradecir a quien te humilla o al que se ponga frente a la clase a explicar su parafernalia con hipocresía.

A mí lo que realmente me interesaba era el baile, en concreto el hip-hop. Eso realmente me llenaba, pero a mi madre no la parecía adecuado para una chica. Por eso creo que siempre prefirió a mi hermana. Somos como el día y la noche. Ella es coqueta a la hora de vestir, ordenada, inteligente y destacaba en el ballet ya desde temprana edad, algo de lo que mi madre se sentía muy orgullosa.

Yo en cambio solía ser un poco caótica, mi forma de vestir es desenfadada y muy casual, mis notas a duras penas rozan el aprobado y nunca soporté el ballet…

Nos apuntaron a la vez de pequeñas a mi hermana y a mí, pero acabé por dejar de ir porque no soportaba tanta dureza por parte de la profesora, sin mencionar que esos movimientos tan ‘’finolis’’ nunca me han atraído. En cambio, el hip-hop deja que mi energía salga fuera y la música me suba la adrenalina a la hora de moverme al ritmo del compás.

Mi madre no estuvo de acuerdo en esto, por lo que nunca me quiso apuntar a clases de baile. Tuve que conformarme con ser autodidacta con vídeos de Internet y más tarde a perfeccionar con el grupo de baile de las calles que conocí más recientemente.

Terminé de comer y me dirigí a mi habitación. Hice la tarea, al menos a ver si eso servía de algo… Después cogí el diario que tenía escondido en el hueco del mueble y me puse a redactar el día de hoy en el instituto, y todo lo que haría por la tarde con el grupo de bailarines. Estaba tan ensimismada que apenas me di cuenta de que tenía que salir de casa ya. Bajé las escaleras para ir al baño y hacerme un recogido rápido y ponerme las deportivas. Mientras, tuve que soportar los comentarios de mi madre. Como de costumbre ya criticaba el que saliese con esa ‘’panda de delincuentes sin futuro’’. Ella ni siquiera les conocía, por eso me molestaba tanto que hablase así de ellos y que su descripción sobre el grupo se ciñese a que eran bailarines callejeros. Por no tener que escuchar lo mismo de siempre no tardé en ponerme los cascos y la música alta y salir de casa.




CAPÍTULO 2

Mientras, mis pasos iban acelerados por la acera desgastada, y tratando de concentrarme en la música para no llegar de mal humor y que eso afectase al ensayo de hoy.

El reencuentro del grupo se hallaba a unos 15 minutos de mi casa. Era cerca de una zona con una amplia plazoleta, con bancos de piedra por los alrededores, soportales donde los días de lluvia podías refugiarte sin ser visto y algún que otro árbol suelto también. Algunas de las paredes y bancos estaban decoradas con coloridos dibujos artísticos a spray, frases de protesta, o nombres de grupos callejeros. Nosotros nos hacíamos llamar los “Masters street dancers”.

Llegué y vi que estaban todos sentados charlando. Les saludé con nuestro típico saludo de grupo y como aún faltaban un par de personas me senté al lado de Alicia.

   - ¿Que tal? Te veo con ganas de bailar hoy.- Afirmé con la cabeza mientras me guardaba los cascos y el móvil en la mochila.

    - ¿Has discutido otra vez con tu madre no?

Qué bien me conocía. Sabía leer en mi mirada y en mis gestos distraídos lo que se me pasaba por la cabeza, y la verdad es que agradecía esa especial conexión que teníamos. Con ella me resultaba fácil hablar con confianza. Ella era con la que mejor me llevaba del grupo, ya que fue a la que primero conocí y la que me metió por así decirlo en este mundillo.

    - Sí…Ya sabes, lo de siempre. Pero bueno, al menos puedo escaparme y venir aquí. – La respondí con una amplia sonrisa.

Los más rezagados llegaron al fin, y Abel que ya estaba preparado nos hizo una seña para que nos pusiéramos en posición. 

Dio al play y una canción de 2Pac empezó. Me encantaba esta canción. Era como si solo el comienzo con sus marcados compases me hiciesen estar en otro mundo, fuera de todo lo demás. Nos movíamos todos a la vez, el primer minuto estaba bordado, y en los siguientes seguimos un poco las indicaciones de Rodri y Carla, que eran los más veteranos en esto, aportando por supuesto los demás algún que otro paso nuevo para añadir. Mi cuerpo se movía enérgico y rápido, sentía la música dentro y las notas musicales se llevaban con ellas todos los problemas, como si solo existiesen los pasos de la coreografía, el grupo y esa deliciosa melodía. 

Estuvimos un par de horas ensayando lo que teníamos hasta entonces, teníamos que trabajarlo bien si queríamos entrar en el casting del concurso que se celebraría meses después. 



CAPÍTULO 3

Pasaron los meses hasta casi llegar el verano, donde toda la gente de mi edad ansiaba poder acabar el curso de instituto y que su única preocupación sea planear su tiempo libre.

Recientemente y en una tarde normal, Carla vino corriendo y entusiasmada con el sobre del concurso sin abrir. Hicimos un corro y expectantes, escuchábamos las palabras leídas por ella. Carla leyó cada vez más alto y con tono más agudo la frase de admisión impresa en el papel. En efecto, ¡nos confirmaban la entrada al concurso!

Todos dimos saltos de alegría, gritos, abrazos, choques de manos, sonrisas y suspiros de alivio. ¡Al fin estábamos dentro! Ninguno habíamos tenido demasiadas esperanzas, el año pasado mandamos nuestro vídeo bailando a la página oficial de la organización de bailarines y de dicho concurso, y fuimos rechazados. Tal vez nos hayan escogido por la idea original de mezclar Contemporáneo y Hip hop de forma muy representativa. Era algo nuevo y sobre todo arriesgado, pero debíamos intentarlo, y ello dio sus frutos finalmente.

De todos modos hay que admitir que hay bastante nivel entre los concursantes, y solo los más optimistas del Masters Street Dancers subían un poco nuestra moral y esperanza.

Es cierto que antes y después del concurso ensayamos como si nos fuese la vida en ello, y era casi literalmente así. La danza era parte de nuestras almas para cada uno de nosotros, como el arte para el pintor, las enfermedades para el investigador o las hortalizas para un simple campechano u agricultor.

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